dimarts, 27 de novembre del 2007

La Juani no ha despedido a Candel

La Vanguardia
Per Francesc Marc Alvaro

Leo el titular que abría la sección de Cultura de La Vanguardia del sábado: "Fallece Francisco Candel, el catalán que quiso serlo". Al cabo de un rato, aparece la Juani, apresurada y sonriente, por el bar donde estoy leyendo el diario y tomando un café. No es la Juani estilizada de la película de Bigas Luna, es la Juani real, la que vive en nuestra ciudad, la que es hija de unos vecinos, la que conocemos de siempre y hemos visto crecer. La Juani no sabe quién es Paco Candel, aunque yo diría que su padre sí, tal vez porque es lector habitual de prensa y ha estado metido en asuntos sindicales. ¿Le hace alguna falta saber a nuestra Juani quién fue Candel? No lo sé. La Juani pasa de que le rayen con la política, la religión y cosas así. No ha ido a la universidad porque no ha querido, tenía buenas notas para hacerlo pero ha preferido ponerse pronto a trabajar.
A Candel no le dio tiempo de hablarnos de la Juani. Nos habló profusamente de sus abuelos y de sus padres, pero no de ella. Vuelvo al titular del sábado y me pregunto qué diría la Juani, catalana de nacimiento, si le explicáramos que Candel, como sus abuelos, decidió un día que quería ser catalán porque era en esta tierra donde vivía y tenía alguna oportunidad.
La Juani no está para estos debates. Es sábado y, tras tomarse un zumo, se larga al gimnasio con las amigas. Pero sería erróneo pensar que la Juani no se detiene a pensar en su identidad. Sólo un necio puede creer que el asunto de la identidad no forma parte de la vida de cada persona. La Juani se pregunta por su identidad sin darse cuenta: cuando acompaña a su novio a los partidos del Barça, cuando ve mujeres musulmanas por el barrio, cuando la encargada de la tienda del centro donde está empleada le recuerda que hable a los clientes con la misma lengua con que estos se le dirigen inicialmente, ya sea catalán o castellano. A veces, la identidad aparece en su vida como algo incómodo y muy complicado, como le ocurrió en ese viaje que hizo a Almería hace dos veranos. Una de sus primas afirmó que todos los catalanes se creen superiores al resto de españoles y que, además, sólo aspiran a quedarse con el dinero de los demás. La Juani se enfadó mucho, y achacó estos comentarios a la envidia "y a los líos de los políticos".
La Juani es moderadamente feliz y no quiere que nadie la salve de nada. Podría haberse estrenado como votante en las últimas elecciones al Parlament pero se quedó en casa, como tanta gente. Entiende, escribe y habla el catalán, pero la mayor parte del tiempo utiliza sólo el castellano. Le sale así y, además, sus amigos y su entorno (salvo las horas en el trabajo) son totalmente en castellano. La Juani no es espectadora habitual de TV3, pero tampoco lo es de las otras cadenas. Como tanta gente joven, prefiere hacerse su televisión a la carta, mediante series y películas en DVD o bajadas de la red. También se ha aficionado al You-Tube al igual que, en su día, se aficionó a los chats. Cuando era pequeña, su padre la llevó a alguna manifestación del Onze de Setembre. Se acuerda de una Diada en especial porque llevaba una pequeña senyera en la mano y aquel mismo día estrenaba una camiseta de color naranja que le encantaba. Hoy, pasa de manifestaciones y no se fía de los partidos.
En el célebre libro Els altres catalans, Candel reportó el estado de la inmigración en Catalunya a principios de la década de los sesenta. Abro el volumen de Candel por el capítulo donde se refiere a "la catalanidad de los inmigrantes de ahora". ¿Qué es la catalanidad? Candel no la define, pero escribe que toma el concepto "en un sentido muy amplio", que relaciona con el conocimiento del idioma catalán pero no exclusivamente, porque también tiene que ver con los sentimientos, las costumbres y los valores frente a realidades como el trabajo, el dinero y la familia. "El inmigrante de antes - apunta Candel- tenía a su favor el hecho que notaba más Catalunya a su alrededor". Para él, "antes" son los años previos a la Guerra Civil. Hoy, entrados ya en el siglo XXI, bajo un régimen democrático y dentro de un sistema territorial autonómico, en un mundo marcado por la globalización y la deslocalización de los referentes culturales, no es fácil ponerse de acuerdo en lo que significaría la candeliana frase "notar más Catalunya a su alrededor". Dado que toda identidad es dinámica (a menos que esté fosilizada porque ya ha desaparecido), resulta extremadamente complejo ahondar en lo que define y contiene hoy la catalanidad. Como lo es tratar de fijar los contornos de cualquier sentido de pertenencia a una comunidad, sobre todo si esta no dispone de un Estado propio, siempre generador de lealtades por defecto.
La Juani suscribiría perfectamente el viejo lema pujoliano, el que reza que "es catalán quien vive y trabaja en Catalunya y, además, quiere serlo". Otra cosa es dilucidar los límites de la catalanidad contemporánea, para que sea reconocible como factor diferencial dentro de su necesaria permeabilidad a lo nuevo. Para no derrapar hacia el esencialismo hueco, hay que ir a los datos concretos. Por ejemplo, es evidente que la lengua catalana se transmite hoy en la escuela y está presente en los medios, aunque minoritariamente. Esto convive con un retroceso del catalán como lengua de prestigio relacionada con el ascensor social, algo que - en cambio- era relevante hace unos años. Por otro lado, muchos valores arraigados durante décadas en la sociedad catalana (mérito, trabajo bien hecho, europeísmo, compromiso) se han extendido, de algún modo, por las Españas y ya no sirven para describir un país distinto.
La Juani no ha despedido a Candel aunque la Catalunya donde ella ha nacido es, también, una construcción del escritor de la Zona Franca. Para Candel, Catalunya era un proyecto con gente concreta a bordo. Para la Juani, puede que Catalunya sea sólo un accidente.